La virtualización en el arte como medio expansivo del cuerpo digital

Por: Roberto Anaya

La balsa de la Medusa (1819), Théodore Géricault

La balsa de la Medusa (1819), Théodore Géricault

 

En un mundo globalizado marcado por un claro sistema capitalista el cual domina (o intenta hacerlo) la política, economía, el comercio, y hasta la forma de pensar de gran parte del mundo, la posmodernidad vino a dar nuevos aires combatientes a las ideas centralizadas y los metalenguajes impuestos por el sistema. Una multiplicidad de ideas son las que hoy en día emergen de los sitios menos esperados, esos sitios que por mucho tiempo estuvieron callados, dormidos, casi inexistentes, invisibles y poco dignos para ser vistos o escuchados. La llegada de nuevas tecnologías ha logrado que la mente de un sujeto se desplace hacía otros sitios sin la necesidad de un desplazamiento corporal, pero ¿esto cómo ha afectado a nuestra forma de mirar, a nuestra apreciación estética del mundo en el que vivimos? ¿En verdad el cuerpo digital responde sólo a tecnologías actuales?

Para responder esta pregunta, tendríamos que mirar indiscutiblemente al mundo del arte, y es que es este uno de los mejores «testigos» de la historia, no sólo del arte, sino de la historia de la humanidad. Como ejemplo podemos tomar desde las pinturas rupestres hasta las vanguardias del siglo XX o los trabajos de Banksy en el último siglo, y es que el arte no sólo ha servido para dar testimonio de lo que acontece en el mundo, sino que también es participe de la situación y, aunque pareciera que esta participación es más común en el arte contemporáneo, yo pienso que no es así.

Théodore Géricault a principios del siglo XIX hacía dentro de su obra una crítica a la ineficiencia del capitán de la fragata Méduse y a la monarquía francesa en su cuadro “La balsa de la Medusa”. Aquí Géricault no sólo retrata o representa el naufragio, lo plasma con tal estética que fue considerado un insulto a la monarquía porque daba a qué pensar. La pieza causa tal fuerza que uno se involucra con los náufragos y, por ende, con los responsables. La obra nos desplaza de nuestro cuerpo para llevarnos justo al momento de angustia de los náufragos donde, de pronto, dejamos de ser quien somos, para ser otro, en otro espacio y tiempo.

Incluso podríamos volver a mencionar las pinturas rupestres como referente. Enn ellas no sólo está la crónica de una cacería, también hay un conjunto de factores sociales, religiosos y mágicos incluso, que seguramente afectaron a la comunidad de ese tiempo donde a pesar de no estar presentes en este espacio-tiempo como espectadores podemos coexistir con ellos. Una virtualización de lo que pasaba o podía suceder. Una mano del cazador pintada en el muro de la cueva es también un cuerpo digital de aquel sujeto.

En ambos ejemplos podemos apreciar una estética de acuerdo con su contemporaneidad, lo interesante del mundo actual es que esa estética está construida por muchas visiones y cánones ya establecidos con anterioridad que se han trasformado en la misma forma de mirar. Creo que nuestra visión ha sido adaptada a la contemporaneidad, nuestra visión ha ido cambiando con el paso de los años y con el paso de la tecnología, pues hoy en día estamos inmersos en una infinidad de aparatos electrónicos.

Anteriormente, si uno se encontraba en medio de una caminata por la playa justo durante la puesta de sol a lo que llevaba esa experiencia era a apreciarla o bien a ignorarla. Hoy en día la tecnología ha hecho que la apreciación estética de nuestro entorno se modifique, y no tanto en sí el mismo entorno, es decir, puede ser la misma playa con una puesta de sol parecida pero nuestra mente no la percibe de la misma manera. Hoy, la tecnología ha hecho que queramos capturar ese momento en una fotografía o en un video y no sólo eso, sino que también hemos caído en la necesidad de querer «compartirlo» con otros, pero ¿será que lo que estamos viviendo como experiencia estética no es el instante mismo, sino el instante futuro?, ¿vivimos una virtualidad del presente inmediato?, es decir, ¿estamos viviendo el momento en la playa o nuestro deseo está en sentir la propiedad de la imagen digitalizada siendo apreciada por los otros? Pareciera que la experiencia es más una apropiación del deseo colectivo, ¿cuántas fotos no hay de ese mismo lugar, a esa misma hora en esa misma pose?, ¿será nuestro acto una parte de un gran remix de «momentos especiales»? o ¿será más bien que nuestro cuerpo digital está tomando más fuerza, importancia y presencia que el mismo cuerpo físico? Es ahí que resulta interesante cómo artistas como Douglas Gordon reutilizan fotografías de famosos para resignificarlas, o como el filósofo y psicoanalista Slavoj Žižek que utiliza fragmentos de grandes éxitos de la cinematografía hollywoodense para hacer una crítica al sistema capitalista como en su documental “La guía ideológica para pervertidos” donde hay escenas dentro de las que Slavoj Žižek hace una serie análisis filosóficos imitando las escenografías y ambientación de la película de la que está hablando; esto le da un cierto toque de comicidad, pero también una atmosfera de «invasión» o «intromisión» a la película, como simbolizar ese análisis profundo de la escena gráficamente, ambos se apropian y hacen referencia a imágenes ya vistas, ya hechas.

Retomo la idea de “La balsa de la Medusa” de Géricault para referirme a otro tema acerca del arte digital y la virtualización, yo pienso que esta obra no es una pieza de arte digital pero sí un intento de virtualización porque, aunque relata un hecho sucedido también insita a la reflexión y pensamiento, podría pensar entonces que el arte no sólo es polisémico, sino que todo el arte es virtual. Donald Kuspit menciona en su libro “Arte Digital y Videoarte” que el puntillismo es un precursor directo del pixel, incluso menciona que Georges Pierre Seurat fue el primer artista digital. El siguiente paso crucial en el desarrollo de las sensaciones digitalizadas a los que llamaremos pixeles, son los vibrantes puntos de color de Una tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (1884-1886), de Seurat. En efecto en mi opinión, el puntillismo de Seurat le convierte en el primer artista digital(Kuspit, D. 2006) Lo que plantea Kuspit al dar el título de “primer artista digital” a Seurat me parece sumamente interesante, tal vez no está en lo correcto, pero la virtualización de proponer a Seurat como artista digital, y convertir los puntos en pixeles suena fascinante.

El virtualizar, o proponer nuevas visualizaciones de lo ya establecido, ha sido un punto de partida en el arte, la literatura y la filosofía, no hay creación o producción sin pensamiento, sin lo virtual: ¿qué hubiera sido de la NASA sin la obra de Julio Verne y de Georges Méliès?, ¿qué hubiera sido de la ingeniería o la medicina sin Leonardo Da Vinci?, ¿qué hubiera sido del cine, sin los zootropos y los juguetes ópticos? La humanidad siempre ha estado, y seguirá, virtualizada estará en un constante devenir entre lo virtual y lo actual, entre lo posible y lo real, pero ¿los medios y la tecnología serán factor entre acortar o replantear la virtualidad en la que vivimos?, ¿será entonces que los cuerpos digitales no son más que una virtualización de un espacio futuro en donde nuestra apreciación estética y social esté condicionada a nuestros cuerpos digitales? Por último, quiero dejar una cita de Pierre Valery en donde visualizaba un futuro que hoy es nuestro presente:

“Igual que el agua, el gas y la corriente eléctrica vienen desde lejos a nuestras casas… así seremos alimentados por imágenes visuales y sonidos que acudirán a nosotros y nos abandonarán con una simple seña” (Valery, P. Pieces sur l’art. 1934).

 

Bibliografía y referencias:

 Žižek, S.. (2012). The Pervert's Guide to Ideology. Reino Unido : P Guide Productions.

 Lasso, S.. (2013). Pintura rupestre: Definición, materiales y técnicas La pintura en la prehistoria. 2015, de about en español Sitio web: http://arte.about.com/od/Critica-De-Arte/a/Pintura-Rupestre.htm

 Kuspit, D. (2006). Arte Digital y Videoarte, trasgrediendo los límites de la interpretación. España: Círculo de Bellas Artes ISBN.

 Una tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (Un dimanche après-midi à l'Île de la Grande Jatte), Georges-Pierre Seurat 1886, Art Institute, Chicago