Análisis de obra: Algorithmic Poetry (Green Cloud)
(2011), Roman Verostko
Por: Citali Guzmán
Introducción
Considero importante el análisis de esta obra para introducirnos en un paradigma importante dentro del arte digital contemporáneo: en una pieza que usa medios digitales para su producción, ¿es importante por su contenido, concepto y resultado realizado por un ser humano, o por ser creado por una prótesis humana a través de un dispositivo electrónico? Ahora bien, retomemos por consideración para este análisis la historia del dibujo (y del arte), desde la concepción de su existencia (históricamente hablando): El dibujo ha reducido la expresión humana a trazos definidos que refieren a un concepto de la percepción de la realidad. A través de los años, las técnicas dibujísticas han variado de manera paulatina, pero exorbitante. Y es así que retomando la posmodernidad, nos encontramos ante el hecho de que el ser humano ha creado un “conjunto de elementos móviles y fijos cuyo funcionamiento posibilita aprovechar, dirigir, regular o transformar energía, o realizar un trabajo con un fin determinado”: las máquinas.
Acerca de la pieza
La pieza que Verotsko nos ha traído al mundo a través de un algoritmo nos presenta retos y paradigmas sumamente necesarios a analizar en estos tiempos donde los humanos nos estamos sumergiendo cada día más en la digitalidad.
Si bien, la práctica artística ha nacido con el ser humano, es natural que su evolución se de a la par de éste. El siglo XX nos presentó cambios importantes a través de los cuales hemos modificado nuestra manera de existir y de entender la realidad a través de la tecnología; no se diga menos del siglo XXI donde terminamos de integrar la digitalidad en nuestras vidas. Es así como el arte ha presentado una transformación y un desarrollo también digital, por supuesto. Es aquí donde nos debemos de plantear estas cuestiones:
¿Las piezas creadas a través de un ordenador, de un software, de una prótesis robótica, son arte? ¿Una obra que no es generada a través de una técnica clásica para su creación, vale lo mismo que una sí o su valor se reduce? ¿Hasta qué punto la tecnología terminará por tomar el campo del arte? ¿El arte es un acto humano o un acto que puede realizar incluso un ente tecnológico? Es importante recordar que la pieza a analizar se ubica dentro del arte generativo y el arte algorítmico.
Un algoritmo es un “conjunto de reglas que, aplicada sistemáticamente a unos datos de entrada apropiados, resuelven un problema en un numero finito de pasos elementales” (Peña Marí, 2006). Mientras que el arte generativo es, según Philip Galantier, artista, teórico y curador: “cualquier práctica artística en donde el artista use un sistema, como un conjunto de reglas del lenguaje natural, un programa de computadora, una máquina, o demás invenciones de procedimientos, el cual pueda ser echado a andar con algún nivel de autonomía contribuyendo como resultando una obra de arte completa”.
Y en palabras del artista en cuestión: “el arte algorítmico se puede encontrar a lo largo de la historia, desde el tejido de cestas prehistórico hasta el arte geométrico y conceptual en el siglo XX. Sin embargo, el advenimiento de las computadoras nos proporciona un apalancamiento de generación de formularios que, a mi entender, no tiene precedentes en la historia del arte. Es en este sentido que los artistas algoritmicos de finales del siglo XX iniciaron procedimientos que han llegado a penetrar en las artes visuales y sonoras en el siglo XXI” (Verostko, 2012)
Con estas palabras me aventuro a confrontar las cuestiones que nos atañen:
Según la Real Academia de la Lengua Española, el arte es una manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros. Es decir, el arte es una actividad que ha surgido con el ser humano y lo ha acompañado junto con su transición, en su historia.
Revisemos un poco esta historia:
En la época de la ilustración y la primera revolución industrial, los impresionistas llegaron a romper y dar un cambio en el sistema clásico aristócrata de la producción artística y, gracias al salón de los independientes, se pudo romper una idea de estética, de concepto y de concepción de lo que era el arte y de cómo tenía que hacerse: dando pauta a la liberación del albedrío y autodeterminación de las personas dedicadas al mundo de lo creativo de aquella época y rompiendo así un paradigma que trajo como consecuencia todo un mundo de corrientes.
A partir de mediados del siglo XX, y con el fin de la Segunda Guerra Mundial, se da la tercera revolución industrial, donde como resultado de la tecnología desarrollada para la guerra se introduce poco a poco a las masas la automatización, y las famosísimas TIC´s, tecnologías de la información y la comunicación. He aquí que estamos dando con el clavo: la comunicación.
Por supuesto que el arte, aparte de estético, regularmente busca comunicar, quiere contarnos algo, expresarnos algo: decir cosas.
Por supuesto, entonces, que el campo artístico se fue a experimentar con esta nueva posibilidad: la tecnología. “A veces surgen nuevas corrientes artísticas a partir de la llegada de nuevas tecnologías y otras veces son las necesidades estéticas las que promueven la investigación para la creación de nuevas tecnologías” (Lobato 2014)
Es aquí donde llegamos al punto donde, como alguna vez lo hicieron los impresionistas, se rompió nuevamente un paradigma dentro de la historia del arte: las máquinas hacen, las máquinas crean.
Este paradigma es sumamente importante pues jamás se había visto algo semejante.
Sin embargo, a pesar de que las máquinas tengan cierta capacidad creadora, son aquellos individuos detrás de la creación de dichas máquinas quienes darán las características de lo que pueda crearse, son quienes ordenan y, finalmente, quienes crean.
Es así como la creatividad humana encontró una herramienta nueva, una herramienta que a partir de hace un siglo ha ofrecido nuevas oportunidades de experimentar la realidad, de forjar nuevas ideas y visiones, de aventurarse a explotar la idea de lo que es y no es arte.
“En el último cuarto del siglo XX, formé parte de un grupo de artistas con ideas afines que se comprometieron a escribir instrucciones para ejecutar nuestro arte. En los años 70 y 80, Arte de computadora fue el término generalmente aplicado a todo el arte asociado con las computadoras. Algunos de nosotros habíamos estado trabajando con procedimientos algorítmicos durante aproximadamente un cuarto de siglo antes de nuestra declaración de 1995 como algoritmos. El manifiesto de 1995 de los algoritmos no era una declaración de algo nuevo; más bien, estaba dando identidad a una práctica artística que ya había traído un cambio radical y seguiría cambiando la forma en que crearíamos arte en el siglo XXI. En los primeros días de la computación no existían herramientas de software para los artistas. Frieder Nake me contó cómo llegó a la tarea de escribir software para una máquina de dibujo en la Universidad de Stuttgart en 1963. La compañía no suministró el software con la máquina y se le asignó la tarea. Durante la década de 1960, varios artistas como Manfred Mohr y Hiroshi Kawano vieron el poder "generador de formas" de las computadoras como una oportunidad para el arte. Hiroshi Kawano había esperado obtener una visión de la lógica subyacente de nuestro proceso creativo. El software y los procedimientos técnicos para la visualización crecieron de la mano con el hardware. Los artistas que contrataban nuevas tecnologías de computación y visualización tenían que colaborar con los ingenieros para programar sus ideas o crear sus propios programas (algoritmos)… Los artistas que usaban computadoras en el proceso de creación de arte a menudo se llamaban artistas de computadoras. Frieder Nake, un pionero en el uso creativo de los algoritmos ha servido, en los últimos años, como el investigador principal que documenta el arte digital de primera generación en la Universidad de Bremen en Alemania. Desde la década de 1970 hasta principios de la década de 1990, este trabajo se denominaba generalmente arte informático, un término que se convirtió en el paraguas de cualquier tipo de arte asociado con las computadoras” (Verostko, 2012)
Estas palabras de uno de los pioneros en el arte generativo y algorítmico nos hacen ver la esencia humana que envuelve a las máquinas, porque son creaciones de éste mismo.
Actualmente, para bien o para mal, la virtualidad y el mundo intangible que nos ofrece el internet está tomando todo campo de nuestras vidas. La cibercultura es un hecho. Nuestros actos los estamos reflejando en esta construcción digital.
El sueño de la humanidad es comunicarse (Mendoza, 2018), y por supuesto, esta comunicación, esta creación, toma y tomará todos los campos y los medios para poder lograrlo. Los retos que nos ofrece la realidad digital son muchos, pero creo pertinente que creemos una conciencia general de que la humanidad puede tomar muchos caminos a través de ésta. Debemos ser conscientes de que tanto la realidad física como la realidad digital son igual de importantes, y están tomando el mismo peso en la balanza. La creación, ya sea con técnicas tradicionales o con técnicas digitales o automáticas, no estarán peleadas, porque ambas provienen de un ser humano.
“Con el advenimiento de las computadoras, nos encontramos escribiendo procedimientos que van más allá de resolver problemas matemáticos. La instrucción detallada que dirige a una máquina de dibujo sobre cómo dibujar una forma visual también es un algoritmo. Hoy, más ampliamente, la partitura de un compositor para la forma musical y las anotaciones de un coreógrafo para la danza también se pueden ver como algoritmos.” (Verostko, 2012)
Que mejor que las palabras del propio artista de esta obra, Green Cloud, para llegar a la conclusión de que los seres humanos a través de las revoluciones tecnológicas estamos explorando esta nueva parte de nosotros mismos, desconocida hasta el momento: estamos pensando de manera digital, estamos siendo y existiendo a través de la tecnología.
Estamos en pañales, debemos ser sumamente inteligentes para poder llevar a bien esta nueva faceta humana.
La tecnología nos esta ofreciendo otro tipo de herramientas, estamos tomando la práctica artística desde otras perspectivas, abordando esto para poder crear cosas que tal vez las técnicas clásicas no nos permitirían. No deberíamos cerrarnos a la idea clásica de esencia, porque la digitalidad es una realidad también, paralela a la realidad física, pero existe. Por tanto, esta tendrá su esencia única. Las mentes creativas podemos explotar al cerebro de una manera diferente, y lo seguiremos haciendo conforme se desarrolle la humanidad misma.
No deberíamos tener miedo a explorar todas las posibilidades que nos ofrece este nuevo siglo, sin embargo, como artistas y creadores, tampoco debemos de olvidar que el arte ha sido y será en esencia un medio para gritar verdades, para hacer pensar, hacer sentir, hacer humanidad, y eso es algo por lo que deberemos de pelear siempre, sea la época que sea, y con la tecnología que sea: mantenernos humanos.
Bibliografía
Revista online: “la hoja de arena”, número octubre 2014, articulo: “arte generativo: antecedentes y perspectivas”.
LOS ALGORISTAS por Roman Verostko
“De euclides a java: historia de algoritmos y lenguajes de programacion” de Ricardo Peña Mari, 2006