Semana 471_1 Virtual Beauty

Virtual Beauty

〰️

Virtual Beauty 〰️

 

Filip Ćustić, pi(x)el (2022)

 

Antes solíamos vernos en el espejo del baño. Ahora nos vemos en selfies, en historias, en TikTok, Snapchat e Instagram. Con solo deslizar la pantalla vemos nuestro rostro, pero un poco más suave, un poco más simétrico, con un brillo especial. En este mundo, no solo nos vemos a nosotrxs mismxs. Nos editamos. Seleccionamos. Comparamos. Presentamos. Siempre estamos observando cómo nos ven; la diferencia ahora es que es a través de una pantalla digital que nos refleja, donde no solo nos vemos a nosotrxs, sino que vemos constantemente a todxs lxs demás.

Esta ambivalencia no es del todo nueva. En la década de 1990, la autora feminista Naomi Wolf argumentó que, a medida que las mujeres ganaban poder público, los estándares de belleza se intensificaban para mantenerlas bajo control. Para Wolf, «la belleza es el último y mejor sistema de creencias que mantiene intacto el dominio masculino». Décadas más tarde, reflexionó sobre el impacto de la tecnología digital en la belleza, comparando sus posibilidades limitadas en el pasado con las infinitas oportunidades de reinvención, liberación o control distópico que presenta hoy en día. Entonces, ¿estamos escapando del mito de la belleza o simplemente reescribiendo su código?

Desde el auge comercial de Internet en la década de 1990, muchxs han especulado sobre lo que este nuevo mundo digital podría significar para la representación de la identidad. En sus inicios, las ciberfeministas imaginaron una especie de tecno-utopía, donde el género podría disolverse y los cuerpos podrían reimaginar, inspiradas por el «cyborg» de Donna Haraway, un llamamiento feminista a las armas que era en parte mujer, en parte máquina, rompiendo los binarismos. Pero, como todas las utopías, el sueño se topó con los límites de nuestra realidad física. Internet no borró las fronteras de género o raza. Las replicó. Las plataformas que prometían liberación estaban impregnadas de viejos prejuicios. Aunque el medio era nuevo, las presiones seguían siendo las mismas.

 

Vista de exposición de Virtual Beauty en Somerset House, 2025

 

Aun así, la era de la autocuración digital le debe mucho a los primeros experimentos con la identidad virtual. Tomemos como ejemplo Second Life, un mundo de juegos digitales popularizado a principios de la década de 2000 en el que lxs usuarixs pueden crear avatares y vivir vidas alternativas: hiperfemeninas, animales, sin género, fluidas. Aquí, la belleza no estaba limitada por reglas físicas, lo que ofrecía una especie de libertad. En estos espacios, el antropólogo Tom Boellstorff observó que lxs usuarixs construían identidades de forma consciente. Esa conciencia, la representación de unx mismx, revela algo profundamente humano: el deseo de ser vistx, de pertenecer, de ser bellx.

En los albores del nuevo milenio, se produjo un cambio importante con la introducción del primer teléfono móvil con cámara frontal en 1999 por parte del fabricante japonés Kyocera. Aunque las selfies ya existían antes (sobre todo en las cabinas fotográficas purikura de Japón), la explosión mundial se produjo en la década de 2010, junto con las plataformas de redes sociales. De repente, teníamos un escenario permanente para la autodocumentación. Snapchat llevó esto más allá con los filtros Lenses AR, que añadían orejas de cachorro, piel brillante y corazones de dibujos animados. Divertidos, sí, pero también persuasivos. Estos filtros no solo decoraban, sino que moldeaban ideales. Facetune, lanzada en 2013, fue igualmente una herramienta de edición pionera para alterar y perfeccionar los rostros. Nos enseñaron discretamente cómo debía ser un rostro deseable.

Hoy en día, la belleza no se limita al maquillaje o al estilo. Se trata de píxeles, datos y código. Lo que nos lleva de vuelta a una vieja pregunta: ¿estas herramientas son liberadoras o son versiones digitales de los mismos estándares imposibles? La respuesta es, por supuesto, ambas cosas.

 

Vista de exposición de Virtual Beauty en Somerset House, 2025

 

En la era digital, la belleza no es fija. No se hereda ni se aplica simplemente, sino que se ensambla y se orquesta. Se sugiere algorítmicamente. Suavizada, agudizada, seleccionada. Así es como nos presentamos en línea y cómo interpretamos a lxs demás en un flujo de imágenes seleccionadas. La belleza se ha convertido en representación, proyección y negociación. Nos desplazamos por miles de rostros al día: amigxs, influencers y modelos generadxs por IA. Todxs están pulidxs, filtradxs e iluminadxs para llamar la atención.

Sin embargo, los seres humanos siempre han representado la belleza. A lo largo de la historia, desde el Antiguo Egipto y la China imperial hasta la época victoriana, las culturas de todo el mundo han utilizado las tecnologías disponibles y, en ocasiones, han soportado el dolor para moldear sus cuerpos en busca de la belleza. Lo que ha cambiado ahora es la velocidad, el alcance y el nivel de desconexión del cuerpo físico. Una influencer generada por computadora como Lil Miquela, de etnia ambigua, perfeccionada algorítmicamente y que no existe fuera de Internet, refleja las extrañas realidades de la belleza actual. No es humana, pero desempeña su papel de forma convincente, lo que plantea preguntas urgentes sobre quién puede ser vistx y quién diseña el rostro del futuro. La belleza actual no es solo mejora, es invención.

Pocxs artistas se enfrentan a la belleza digital de forma tan radical como ORLAN. En Omniprésence (1992), retransmitió en directo una operación de cirugía plástica a galerías de todo el mundo, transformando su rostro en una crítica viviente al poner de relieve lo absurdo de los ideales de belleza occidentales. Su cuerpo se convirtió en un lienzo público, crudo, teatral, desafiante. Mucho antes de que existieran los filtros, ella ya utilizaba la cirugía estética no para conformarse, sino para desafiar y liberarse. Para ORLAN, la belleza no es una aspiración, sino una confrontación.

La maquillista digital Ines Alpha, por el contrario, nos invita a un mundo de transformaciones oníricas. Mezclando software 3D, filtros digitales y una máscara impresa brillante para crear un maquillaje que florece de formas imposibles, su trabajo flota y muta, sin ataduras al realismo. Su visión de la belleza no es correctiva, sino especulativa y llena de oportunidades para la reinvención. Nos invita a preguntarnos: ¿qué pasaría si dejáramos de perseguir la perfección y empezáramos a imaginar algo completamente diferente?

 
 

La artista textil Qualeasha Wood aporta una perspectiva espiritual a lo digital. Mezclando tapices, bordados y estética glitch, explora cómo se ve, se moldea y se mercantiliza el cuerpo femenino negro en Internet. Sus autorretratos pixelados reclaman espacio en un entorno que a menudo vigila y distorsiona. Su obra es en parte icono, en parte protesta, arraigada en la fe, la resistencia y el desafío digital.

Cada unx de lxs artistas que participan en la exposición Virtual Beauty utiliza lo digital no solo para reflejar la identidad, sino para remodelarla, preguntándose en qué puede convertirse la belleza cuando el cuerpo ya no es el límite. A través de estxs artistas, surge un hilo conductor: el yo digital es un lugar de tensión. Promete libertad, pero refleja los mismos sistemas de los que esperábamos escapar. Los filtros pueden hacerte parecer una Kardashian, pero también promueven una especie de uniformidad, que se extiende al mundo físico a través de los retoques cosméticos y la cirugía, creando un bucle de retroalimentación constante entre lo digital y lo físico.

La belleza es política y, en esta era post-Internet, artistas como ORLAN, Ines Alpha y Qualeasha Wood, entre muchxs otrxs, nos recuerdan que la belleza no tiene por qué ser una trampa. Puede ser una herramienta. Un lienzo. Una protesta. Un sueño. La verdadera pregunta no es si la belleza es liberadora o restrictiva, sino cómo la usamos y quién decide.

Si vamos a ser lxs creadorxs de nuestra imagen, que sea con conciencia. Que sea con alegría. Que sea con poder. Y que incluya a todo el mundo.

Texto por Mathilde Friis




Doreen Ríos

Curadora, investigadora y docente especializada en cultura digital.

https://doreenrios.com
Anterior
Anterior

Semana 472_1 Soft Robots. The Art of Digital Breathing

Siguiente
Siguiente

Semana 470_1 The Next Earth