Los rostros monstruosos de la sobresaturación
Doreen Ríos
Mayo 2024
¿Podría la cuerpa real ponerse de pie, por favor?, invocar esta pregunta en pleno auge de la sobresaturación digital y sus aplastantes consecuencias sobre cualquier entidad viva (y no viva) se vuelve más una condición paradójica que una invitación a la ficción. Cuando en 1991 Sandy Stone lanzó esta pregunta a través del texto homónimo Will the real body please stand up? su exploración sobre las posibilidades de la cuerpa digital en un estado líquido, fluido y mutante respondía a la primera oleada del internet. Una oleada que se caracterizó por un espíritu profundamente utópico, de promesas liberadoras y de invitaciones abiertas. Sin embargo, Sandy ya detectaba una condición que fue complicándose con el tiempo: ¿cómo investigar a esta red hecha de sujetos y objetos que se antojan como híbridos casi inseparables? Lo anterior lo evidencía en la introducción del texto anteriormente mencionado al preguntarse “Las personas que estudio están profundamente imbricadas en una compleja red social mediada por pequeñas tecnologías a las que han delegado cantidades significativas de su tiempo y agencia, por no mencionar su humor. Me pregunto: ¿A quién estoy estudiando? ¿A un grupo de personas? ¿A sus máquinas? ¿Un grupo de personas y sus máquinas? ¿O algo más?” (Stone, 1991) Si tomáramos en cuenta la existencia de Somos Gurrumata para responder a estas interrogantes, la respuesta es, inevitablemente, “algo más”.
La obra e investigación de Natalia Marmolejo a través de Somos Gurrumata es un claro ejemplo de lo que está en juego al atravesar las cuerpas con capas de digitalidad. Lo encontramos no solo en la superficie de un ejercicio que oscila entre el performance y el collage sino también en las tensiones que emergen de la evidencia de la fusión y una especie de diario de viaje. Ese “algo más” es la artista y su cuerpa así como las otras cuerpas con las que se entreteje, las plataformas digitales en las que se manifiesta, la ubicuidad de su presencia y los dispositivos tecnológicos que la alojan. Es el acto intencionado de portar a manera de máscaras intercambiables una serie de rostros despersonalizados y, en gran medida, inidentificables que no logran eclipsar en su totalidad el rostro de la artista lo que configura ese tercer espacio, esx otrx, en otras palabras, lo que emerge como “algo más”.
Aquí una pausa para desmenuzar esta frase de Mariana Botey a propósito del capitalismo tardío y el estado postcolonial:
“Para la lógica colonizadora del capital no hay urgencia psíquica, disidencia subjetiva, formación histórica antagonista, genealogía crítica, dimensión sagrada, fenómeno sobrenatural, reserva natural, santuario de especies en extinción, código genético, sistema de inteligencia artificial, sustancia ilícita o acto ilícito, memoria activa, etc., que no sea susceptible de convertirse en un recurso material y una mercancía en la circulación del capitalismo en su fase cognitiva (...)” (Botey, 2014)
En otras palabras, no hay forma de resistencia que no pueda reivindicarse desde los poderes fácticos…. ¿o sí?
En el contexto de la volatilidad y vulnerabilidad de la presencia en línea, particularmente aquella que es mediada por los monopolios tecnológicos que operan lejos del alcance de sus usuarias, Somos Gurrumata atenta contra la capitalización del individuo al reescribir la singularidad en pluralidad y lo altamente identificable en elusivo. La artista no suscribe al coro de aceleracionismo hiperpersonalizado sino que propone un juego basado en el ocultamiento y la manipulación de lo que es visible de su persona y de lo que se cubre de la reverberación del internet. Es en este ejercicio de desobediencia algorítmica que encontramos una alternativa, quizás la única que nos queda, a la hegemonía de innovación y progreso, a través de provocar el error a través de la desidentificación.
Ahora, quizás en un salto tanto material como simbólico, queda la interrogante: ¿se puede sostener una práctica de esta naturaleza a través del tiempo? Quizás la respuesta corta es no. Sin embargo, lo que resulta interesante de la forma en que Somos Gurrumata emerge es que precisamente su estado de desidentificación le permite desdoblarse en otras formas materiales. Es decir, su potencia existe en la invitación algorítmica a observar la posibilidad de ir contra las formas finales, lxs cuerpxs estables y los universalismos. Su esencia per se radica en la invitación conceptual y no en productos finales, lo cual la hace mantenerse en un estado gaseoso que puede recomponerse una y otra vez.
Bibliografía
Mariana Botey. (2014). Zonas de disturbio: Espectros del México indígena en la modernidad. Siglo XXI Editores.
Sandy Stone. (1991). Will the Real Body Please Stand Up? Michael Benedikt (Ed.) Cyberspace: First Steps. MIT Press.