Novum Corpus. Las posibilidades de la corporalidad humana.
Por: L. en A. V. Pelayo Del Villar Flores
Todos tenemos un cuerpo: lo sentimos, lo manipulamos y lo somos. Nos contiene, nos rodea y nos permite a su vez relacionarnos con el entorno y con otros cuerpos parecidos al nuestro. ¿Pero qué es este objeto, este ente al que llamamos cuerpo?
Platón lo denomina en el Fedón como la prisión del alma (66b-d), ya que, para él, el cuerpo era la forma en que el alma se materializaba en el mundo. El alma es inmortal, pues pertenece al Hyperuránion tópon (Topus Uranus), (Fedro, 247b-c) y, como describe en el libro X de la República (614b-621d), reencarna de manera cíclica, necesitando para lograrlo, pasar por un evento de olvido de la vida pasada. Ante esta perspectiva, el cuerpo se convierte en prisión no sólo por contener al alma, ya que además lo ata a las inclemencias del mundo terrenal y lo interrumpe de su fin verdadero que es el conocimiento. El hecho de que se enferme, sufra dolores, perciba las inclemencias del medio ambiente y que necesite alimentarse y cuidarse, hace que la mente (el alma) esté más preocupada por su materialidad corporal que por el razonamiento y por la búsqueda de la verdad, pues al fin y al cabo, es justamente en el Hyperuránion donde reside la verdad y no en el mundo terrenal, por lo que con la muerte, el alma se ve separada y liberada al fin de esta prisión.
Siglos después Galeno (2010, 91) lo definirá como “instrumento del alma”. Para él, el cuerpo deja de ser una prisión y se transforma en un medio por el cual el alma se relaciona con el mundo. Es por ello que él busca, a través de la medicina, cuidarlo y mantenerlo en perfecto bienestar. Tiempo más tarde, el Cristianismo lo verá como una vasija elaborada en barro que contiene al soplo divino (Gn. 2:7), lo que le da vida y lo hace una creación de Dios, a imagen y semejanza suya. Bajo estas perspectivas, al abandonar el alma al cuerpo en la muerte, este volvía a convertirse en un mero objeto inerte y sin valor alguno, pues era justamente en el alma donde residía la identidad de una persona, siendo el cuerpo un mero contenedor de esta.
Descartes, por su parte, lo cencebirá como una máquina pensante y sintiente compuesta por una res extensa (sustancia física) que necesita inexorablemente de la res cogitans (sustancia mental) para poder significarnos algo. Una máquina creada por Dios, casi perfecta, que se ve sometida siempre por esta dualidad. En su Sexta meditación filosófica (2011, 213) nos escribe que “no estoy solamente alojado en mi cuerpo como un piloto en su navío, sino que, más allá de ello, estoy unido a él muy estrechamente, y confundido y mezclado de tal manera que compongo con él como un solo todo.” Pero que, finalmente, aún pese a esta ligazón tan fuerte, son dos sustancias distintas y perfectamente separables; lo que él denominará en latín como el unum quid. Y es a través de este dualismo que la persona no sólo puede moverse, desplazarse y desenvolverse en el mundo, puesto que también piensa, razona y percibe sensaciones.
En resumen, en todas las perspectivas antiguas, alma y cuerpo bien podrían ser entendidas entonces como dos partes distintas y que no necesariamente necesitaban la una de la otra, pero que inevitablemente coexistían en un mismo momento y espacio. En su mayoría, era el alma quien más importancia tenía por su valor ontológico y religioso, así como por su posibilidad de inmortalidad, pero finalmente era el cuerpo quien lo ataba al mundo terrenal y le permitía sentir.
Más tarde, el psicoanálisis entenderá que el cuerpo y la mente (o alma) son indisociables, puesto que lo que le sucede a uno, irremediablemente influye en la otra. Así, un sentimiento o incluso una afectación mental, se verán reflejadas en el cuerpo a través de la somatización. Es por ello que Helmuth Plessner nos dice que “La identidad humana […] se reconoce en su ser-cuerpo y también en su ser-en-el-cuerpo, [pues] el yo puede reconocerse plenamente tanto en la esfera física como en la psíquica”, (Plessner, 2007, 15). Este hecho le permite a la persona hacer desplazamientos tanto físicos como ontológicos, y esto le genera la posibilidad de entenderse a sí misma como ente pensante y a su vez como ser corpóreo.
La corporalidad, por tanto, ha sido desde entonces indagada y conceptualizada no sólo por su aspecto físico, sino también por sus posibilidades ontológicas. Es por ello que Jean-Luc Nancy lo explora a partir de 58 indicios que encuentra en él y sobre los cuales se puede sustentar lo que hace que un cuerpo sea “cuerpo” en todos sus sentidos. Destacando su materialidad, su posibilidad de manipulación y su inevitable muerte, así como su necesidad inherente de un alma. (Nancy, 2015, 15)
El ser humano, por tanto, ha generado diversos medios para poder preservarse, siendo definidos por el filósofo alemán Peter Sloterdijk (2001 ,100) como antropotecnias. Éstas serían las formas de construcción, protección, evolución y mejora del ser humano a partir del propio ser humano. Pues es a través de la cultura, de la ciencia y de la tecnología que éste se cuida y mejora sus problemas físicos, psicológicos y sociales, abriéndose nuevas posibilidades de protección y de mejora.
Los problemas surgen cuando los linderos de la corporalidad se desdibujan y se presentan nuevas cuestiones y posibilidades dentro de él. Si ya en pleno siglo XVIII se atisbaba la posibilidad de fabricar un cuerpo enteramente hecho por mano humana, con los avances de la genética, en pleno siglo XXI, más bien buscamos cimentar barreras bioéticas para no permitirlo, pues si antes vislumbrábamos terribles posibilidades, ahora estamos enteramente convencidos de ellas. Aún así, la medicina, la cibernética, la ingeniería y la genética, inspirados por el arte, el diseño, la literatura e incluso por la alta costura, nos han abierto nuevas puertas por las cuales el ser humano comienza a entenderse, a concebirse a sí mismo y a erigirse por entre todas las especies. Pues si la cultura es lo que nos diferencia de la animalidad, bien pudiera la tecnología diferenciarnos de lo denominado como “humano”, pues los avances nos han permitido vivir cada vez más en lo hiperbólico.
Reconozco, por tanto, seis posibilidades de corporalidad. Éstas permiten entender y conceptualizar al cuerpo humano a partir de sus antiguas, nuevas y múltiples características. Siendo estas posibilidades algo que lo ha ido redefiniendo a lo largo del tiempo, no sólo por su materialidad, sino incluso por la posibilidad de desaparecer del plano de lo consciente.
Cuerpo orgánico
El cuerpo con el que cuenta toda persona es un conjunto de órganos, tejidos y fluidos que le permiten contenerse, autogestionarse y relacionarse con el entorno. Está conformado a partir de diversos sistemas que, cual si de una máquina perfecta se tratara, le permiten ver, respirar, alimentarse, reproducirse, hablar y demás posibilidades.
Este cuerpo ha sido largamente estudiado por la medicina, misma que lo ayuda a mantenerse sano y en óptimo estado, aliviándole dolencias, enfermedades y traumatismos. Es por ello que, desde el inicio de la humanidad, ha sido necesario investigarlo a conciencia para poder mantenerlo en un estado óptimo. Hipócrates, en la Grecia del siglo V a.c., fundamentó la teoría humoral en su tratado “Sobre la naturaleza del hombre”. En ella propone que, a partir de sus posibles mezclas de humores (bilis amarilla, bilis negra, flema y sangre) (NH, 4), éstas indicaban, dependiendo de su concentración, la salud o la enfermedad, el tipo de malestar y la forma en la que debía procederse para recuperar el bienestar físico. Mientras tanto, del lado de la medicina oriental, era dependiendo de la interacción de los wuxing (五行) o “fases” (madera, fuego, tierra, metal y agua) las posibles enfermedades y curaciones que podían atacar o practicársele al paciente, ya que cada cuerpo se veía influenciado por estos elementos. (Kuriyama, 2005, 174)
Así también, a través de su semblante, de la coloración de la piel, de sus olores y de sus supuraciones y desechos, es que la medicina puede entender qué le aqueja. La sangre incluso se ha convertido en estos tiempos, en el medio más infalible por el cual podemos saber qué padecimientos tiene el cuerpo. Y es gracias a la medicina contemporánea, a los estudios y a los tratamientos que se han perfeccionado a tal grado que hemos logrado erradicar enfermedades, así como disminuir las posibilidades de dolencias y síndromes que antes dañaban al cuerpo y lo inutilizaban a tempranas edades. Buscamos mantener la salud el mayor tiempo posible y el poder hacer más llevaderas las enfermedades. Gracias a las cirugías es que se pueden solucionar fallos internos, así como a través de tratamientos fisioterapéuticos y farmacológicos, que podemos encontrar la salud. Por medio de los avances científicos, las vacunas, los antibióticos y el mejoramiento de las medicinas, es que las bacterias, los gérmenes y los virus cada vez son controlados y eliminados de formas más eficientes.
Así pues, este contenedor orgánico de nuestra psique es quien nos permite concebirnos como un ente unido y completo, pero a la vez divisible entre lo tangible (el cuerpo) y lo intangible (la mente). Y esta posibilidad nos permite razonarnos y entendernos como seres que tendemos hacia la finitud, puesto que el gran problema de este cuerpo biológico es que no sólo se enferma, sino que, por sus mismas características, envejece y finalmente muere. Lo anterior ha sido parte primordial de nuestra existencia, pues el cuerpo, al convertirse en herramienta y medida de nuestro mundo, tiene la peculiaridad de ser el medio por el cual experimentamos nuestro entorno: a partir de lo que ve, de lo que escucha y de lo que siente. Esta finitud es un estigma que llevamos día con día y es por ello que intentamos por todos los medios posibles el hacer más llevadera y placentera nuestra existencia corporal.
Cuerpo plástico
El cuerpo orgánico se deteriora. Engorda, envejece y sufre dolencias que aún después de ser curadas pueden dejar secuelas visibles. La medicina no es infalible. También se da el caso en que la fealdad impera en el cuerpo, que por su forma natural no obedece los estándares de belleza impuestos por la sociedad y esto obviamente afecta la moral de la persona. Ante esto sólo quedan dos posibilidades: aceptar la realidad y aprender a sobrellevarla o buscar corregir lo sucedido. Es por ello que las personas han creado formas para paliar y retrasar los efectos de la vejez, así como para corregir los daños causados por accidentes o por la fealdad.
Como una primera posibilidad tenemos al maquillaje que sirve para cubrir imperfecciones, arrugas y manchas, así como para embellecerlo, resaltarlo e incluso para redibujarlo. Este es un medio que nació junto con la civilización, pues existen registros de cómo desde los egipcios las mujeres se maquillaban e incluso usaban pelucas para mejorar la apariencia. Así mismo, existe el maquillaje para la guerra que sirve para acrecentar la ferocidad de las facciones e infundir miedo en los contrincantes, así como para poder camuflar a la persona con el entorno.
En la época actual, gracias a los pigmentos sintéticos y a la tecnología en materiales, así como a los procesos de maquillado como el contouring, es que las personas pueden literalmente borrarse la cara y volverla a trazar de nueva cuenta para crear un rostro perfecto. Pero, a fin de cuentas, es algo temporal que al paso del día y al bañarse, desaparecerá, haciendo que la realidad vuelva a hacerse presente. La belleza, por tanto, es algo efímero.
Es por ello que llegamos al siguiente paso, a las posibilidades plásticas de mayor duración. Como ejemplos tenemos a los injertos de cabello para revertir la calvicie, la lipoescultura para modelar el cuerpo, la rinoplastía, el aumento de senos y de glúteos, así como el modelado facial a partir de rellenos inyectables y de Botox. La cirugía plástica, nacida como un medio de reconstrucción por daños causados por malformaciones, heridas y daños ocasionados por enfermedades y guerras, ahora es el medio predilecto para transformar la fisionomía del cuerpo. Se busca corregir de forma permanente lo que la naturaleza hizo mal, así como detener el paso del tiempo, borrar la vejez y ser lo más jóvenes y bellos posibles. Pero este detener el paso del tiempo es simplemente un placebo temporal. El ser vive detenido en una aparente juventud, ya que, pese a la nueva belleza obtenida por medio de estas intervenciones, el cuerpo continúa con su incontrovertible envejecimiento, lo que implicará una continua serie de intervenciones para intentar detener a toda costa lo inevitable. Al final, todas estas alteraciones no le permitirán alargar de forma real su tiempo de existencia, puesto que simplemente vivirá en un estado de vejez en latencia. Por fuera será eternamente joven y bello, pero por dentro el cuerpo seguirá su curso de envejecimiento natural.
Por otra parte, el cuerpo plástico es tan flexible que abre la puerta a mayores posibilidades de maleabilidad. Una de ellas es la reasignación de géneros, ya que un cuerpo puede no corresponder con la identidad de la persona y es gracias a este tipo de intervenciones quirúrgicas que el cuerpo logra conjugar la identidad de su ser cognoscente. Al ser el cuerpo nuestro medio para desarrollarnos, comunicarnos y expresarnos, tenemos la necesidad de que este nos sea en verdad. Si somos un cuerpo y a la vez somos nuestro cuerpo, necesitamos que este funja como pantalla o ventana de nuestra psique. Es por ello que las opciones del tatuaje como medio de decoración o de expresión, también sirven para hacer patente a la identidad personal.
Del mismo modo, las diferentes identidades no-humanas (representadas por la Transpecies Society, radicada en la ciudad de Barcelona) encuentran en la posibilidad de la reconfiguración plástica del cuerpo, la transformación de la fisonomía a través de implantes, cirugías plásticas, así como tratamientos de repigmentación. Esto con la finalidad de poder transformar al cuerpo humano en el cuerpo que su propia identidad requiere, pues debe de existir una concordancia entre lo que mostramos y lo que somos. El cuerpo plástico, por tanto, permite la manipulación no sólo para embellecer, puesto que también puede servir para moldear y mejorar la vida de las personas. Al desaparecer imperfecciones, corregir daños o realizar transformaciones corporales, las mejoras se ven reflejadas en la psique de la persona, ya que al corregir el cuerpo, corregimos la mente.
Cuerpo protésico
El cuerpo se descompone, falla física y mecánicamente, y hay que arreglarlo de algún modo. Si por algún accidente, enfermedad o problema de nacimiento, falta o es inutilizable alguna parte de él, es necesario reemplazarla para así poder mantener, o al menos recuperar de forma limitada, su funcionalidad. Es por esto que el ser humano crea las prótesis.
Una prótesis es un objeto o herramienta que suple o corrige deficiencias y, en el caso del cuerpo protésico, se busca mediante su uso, el corregir las fallas o taras físicas. Como ejemplo básico, tenemos a los anteojos, quienes corrigen las deficiencias visuales y nos ayudan a ver bien. Así mismo, tenemos a los aparatos auditivos que amplifican los sonidos para poder escuchar con claridad. Pero también existen las prótesis que suplen miembros corporales faltantes. Como ejemplo más antiguo y conocido están el bastón, la muleta y la pata de palo, para poder caminar, y los garfios en lugar de manos, siendo estos incluso emblemas de periodos históricos. Pero gracias a la mejora de la tecnología, estas prótesis pueden semejar la forma, el color y la textura de la parte corporal faltante.
Podemos suplir, manos, pies, brazos, piernas e incluso dientes, y estas prótesis no sólo le ayudan a la persona a recuperar motricidad, sino también a que la carencia se invisibilice a través de las formas, los materiales y los colores. Y es gracias a los avances tecnológicos y a la reingeniería, que estas prótesis también pueden superar incluso en movilidad, fuerza y resistencia a la parte corporal orgánica original. Tal es el ejemplo de las prótesis deportivas, donde no sólo se busca la ergonomía, ya que las formas orgánicas se ven suplidas por la reingeniería de formas y materiales. Las piernas para atletas profesionales están hechas de materiales resistentes, elásticos y duraderos, e incluso las personas que los utilizan pueden llegar a correr mejor que alguien que tenga dos piernas orgánicas.
Es justamente en este estadio cuando lo orgánico avanza en una posibilidad tecnológica, por lo que comienza a separarse de lo natural/biológico para crear seres intermedios mejorados. El ser humano, por tanto, se ha creado por sí mismo una nueva aptitud de conservación. Atrás han quedado los tiempos donde una persona se invalidaba por la falta de alguna parte; ahora no sólo suple esa carencia, sino que incluso puede superar sus aptitudes naturales gracias a sí mismo. El ser humano, por tanto, se reconstruye y se mejora a sí mismo cual si fuera una máquina de recambio, donde lo que ya no sirve puede suplirse por partes mecánicas de mayor potencia. Al final, justo como sucede con el cuerpo orgánico, estas partes fallan también y se desgastan con el paso del tiempo, pero fácilmente serán reemplazadas por unas nuevas.
El cuerpo protésico se va reconstruyendo a sí mismo a partir de formas mecánicas no orgánicas, por lo que estas herramientas no sólo suplen o ayudan a su motricidad, sino que se ven insertadas en su desenvolvimiento normal. Pese a que estas prótesis no son naturales por ser creadas por el humano a partir de materiales sintéticos, al suplir miembros o corregir discapacidades, se convierten en parte de ese cuerpo orgánico original. Tejido orgánico y tejido sintético entran entonces en una simbiosis cada vez más perfecta para poder conformar a este nuevo cuerpo protésico.
Un cuerpo que puede incluso transformarse en una pieza de alto diseño y contemplación gracias a la búsqueda de nuevas formas en las prótesis. Ya no sólo con el fin de suplir o mejorar el uso de la parte corporal faltante, sino diseñándola a partir de nuevas formas, tanto orgánicas como geométricas, para convertir al cuerpo en un objeto de deseo. Tal es el ejemplo de la artista, modelo y cantante Viktoria Modesta, quien a través de ropa de alta costura y las diversas prótesis de pierna que utiliza, cuestiona los estándares de belleza contemporáneos.
Cuerpo digital
Las redes computacionales, el Internet y la digitalización, han expandido los límites de las posibilidades de la corporalidad humana. El cuerpo, ese objeto orgánico y matérico, ha encontrado la forma de replicarse dentro de la Red. Se convierte en un constructo de unos y ceros, de pixeles o de voxeles, que se mueve, relaciona y vive dentro del Ciberespacio, permeando al cuerpo orgánico hacia nuevos linderos digitales.
Este nuevo cuerpo no es sólo una representación de él en lo digital, pues se convierte más bien en su extensión por la interconexión en el que se encuentra. Si en el plano de lo físico (offline) un cuerpo está atenido a su posibilidad y existencia, en lo digital (online) los límites físicos, genéticos e incluso biológicos, se ven rotos y redefinidos. El cuerpo digital, por tanto, es totalmente opuesto al cuerpo físico/orgánico: uno es temporal, tangible, matérico y mortal, mientras que en lo digital el cuerpo es perpetuo, intangible, inmaterial e incluso eterno.
En los albores de la interconexión, y gracias a la ciencia ficción, es que se comenzó a entender las posibilidades del Ciberespacio (Gibson, 2016, 52) y la manera en que nuestros cuerpos físicos se adentrarían en ese lugar. Primero a través de pantallas y mandos, como lo serían los controles, mouse y teclado, y más tarde mediante sensores corporales. La realidad alcanzó a la literatura y ahora no sólo nos interrelacionamos en la Red mediante las imágenes de nuestros perfiles, sino que podemos hacerlo a través del Kinect, ese sensor que lee nuestros movimientos para poder controlar la representación digital que vemos en pantalla y así poder movernos dentro de estos mundos inmateriales.
A este nuevo cuerpo, que es representación nuestra dentro de lo digital, hemos preferido llamarlo “avatar” (Rodríguez, 2019), pues nos recuerda al proceso de las encarnaciones de Vishnú, dios hindú. Así como él se hacía matérico en el mundo terrenal mediante sus avatares, nosotros nos hacemos intangibles en la Red gracias a éstos.
Esa representación visual del cuerpo humano empuja los límites de lo común y cuestiona las posibilidades orgánicas del cuerpo biológico, ya que se construye a partir de los deseos, pensamientos e ideales de cada persona. Al ser este avatar el portador de la identidad personal, se moldea a placer y permite cualquier posibilidad en su creación. Pensado originalmente para que éste se vea exactamente igual a nosotros, ahora ha dado paso a la facultad no sólo de cambio de facciones, color de ojos, piel y cabello, así como de reasignación de sexo, puesto que incluso permite el abandonar los límites de lo humano para dar paso a la animalidad, así como a seres interespaciales, míticos y mezclas de razas antropomórficas. La imaginación es el límite del cuerpo digital, por lo que continuamente se van creando expansiones o actualizaciones de los programas, plataformas y videojuegos para posibilitar más opciones de creación.
Estos cuerpos digitales nos permiten a su vez interactuar con otros cuerpos digitales, lo que ha ido creando un mundo alterno. En un principio la interacción solamente se lograba mediante salas de chat donde se escribía para poder socializar, pero gracias a plataformas digitales como Second Life y The Sims, es que se han generado espacios tridimensionales que reproducen lugares importantes de distintos países, así como se han creado nuevos territorios explorables que han ido ampliándose con el paso del tiempo.
En el mundo de la Red, los límites y reglas de la física, del tiempo y de la identidad dejan de existir. Aún así, este cuerpo digital se ve atado a ciertas limitantes, ya que está atenido a una enorme infraestructura global, los data centers, que le permite la permanencia en ese mundo alterno. Del mismo modo está limitado a que el usuario, o cuerpo orgánico, esté conectado a la Red, y también a las actualizaciones constantes del sistema o programa en el cual se encuentra, que algunas veces llegan a invalidar posibilidades, diseños y lugares. Este mundo le permite desplazarse en cuestión de milésimas de segundo alrededor del planeta, pero el usuario como tal sigue estando físicamente en un lugar fijo. Las libertades que le son inherentes al cuerpo digital son finalmente constreñidas por su necesidad en todo momento de su alter, el cuerpo físico/orgánico, ya que sin él es simplemente un cuerpo vacío inmaterial.
Así mismo, la inmortalidad de este cuerpo digital se ve reflejada también en su posibilidad de convertirse en información dentro de la Red. El rastro informacional que deja el usuario de sus visitas y búsquedas en las distintas plataformas como Google, así como la gran cantidad de cookies y caché, hace que éste prevalezca por siempre online.
Cuerpo cibernético
El siguiente paso es el mejoramiento cibernético del cuerpo. La idea moderna de la Cibernética fue acuñada por Norbert Wiener, quien la definió como “el estudio del control y la comunicación en máquinas y seres vivos.” (Wiener, 1988, 7) El concepto de Cyborg, por otro lado, término acuñado por Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline en 1960, designa al cuerpo alterado a través de la tecnología que le permita aumentar sus capacidades, así como el perfeccionamiento de sus funciones y facultades. Es justo aquí donde lo orgánico, lo sintético y lo digital se hermanan en un nuevo cuerpo.
Nacido como un sueño de la carrera espacial, el cyborg (cybernetic organism) engloba la idea de poder implementar dentro, o interconectado al cuerpo, aparatos y artefactos tecnológicos, ya siendo mecánicos o digitales, y esto en la espera de poder ampliar sus posibilidades físicas y mentales. Originalmente se planteaba como una posibilidad para la supervivencia del astronauta al ser lanzado al espacio, hacia las inclemencias de la gravedad cero, de la falta de oxígeno y de la, en ese entonces, precaria intercomunicación hacia la tierra, así como la alimentación, la hidratación y el control de sus desechos corporales. El astronauta se ve limitado al estar necesariamente dentro de una cápsula que le brinda todo lo que requiere para poder sobrevivir. ¿Qué sucedería si se le pudieran insertar en el cuerpo elementos tecnológicos que pudieran ayudarle a sobrevivir, sin necesidad de la cápsula o nave espacial? Este es el principio de dónde surgió la idea del cyborg.
La realidad es que los cuerpos cibernéticos ya se encuentran entre nosotros. Era tan sólo cuestión de tiempo para que las prótesis se hicieran cibernéticas, gracias primero a la Automática y a la Robótica y, finalmente, a la era digital en la que nos encontramos. El marcapasos, por ejemplo, deja de ser una simple prótesis, pues es un dispositivo electrónico que ayuda a mantener las pulsaciones y la frecuencia de los latidos del corazón. Esa maquina implantada dentro del cuerpo humano, se convierte en un órgano más, un órgano sintético y cibernético sin el cual la persona no puede vivir. A diferencia de una simple prótesis que el usuario se quita y pone cuando desee, el marcapasos está en todo momento funcionando, lo que hace que el usuario deje de estar consciente de su existencia dentro de él y se vuelva, por tanto, una verdadera parte de él.
Esto muestra la posibilidad de implantar elementos ajenos al cuerpo para poder corregirlo o mejorarlo. ¿Pero qué sucede con aquellos aparatos digitales que utilizamos día a día y sin los que podemos ya incluso concebir nuestra vida? Tal es el caso del celular, las computadoras y las tablets. Estos dispositivos de interconexión nos han permitido alcanzar el sueño de Marshall McLuhan de vivir en la era de la “aldea global” o de la Noosfera. En todo momento estamos en contacto los unos con los otros en la Red, y ahora, gracias al internet de las cosas, podemos incluso controlar a mediana y larga distancia aparatos. Estos dispositivos se han ido reduciendo en tamaño, pero ampliando en capacidad, duración de batería y mejoramiento operativo. Nos hemos convertido en seres digitales, pues al alcance de la punta de nuestros dedos tenemos el acceso a la información, a la comunicación y a la interconectividad. El problema es que siguen siendo controladores que necesitamos tener a la mano, que pese a ahorrarnos tiempo y distancia para realizar operaciones, necesitamos cargar con ellos, por lo tanto, seguimos atenidos a ellos.
Es por eso que, como una siguiente búsqueda, han comenzado a realizarse vinculaciones entre lo tecnológico y lo corpóreo. Como ejemplo de ello, tenemos a los microchips implantables subdérmicos que pueden ser desde simples portadores de información hasta geolocalizadores. Incluso, al menos por el momento, estos microchips pueden convertir a la persona en un controlador o en un gadget andante, lo que le permite controlar a otros gadgets o incluso hacer pagos, cual si de una tarjeta de crédito se tratara.
Los dispositivos cibernéticos interconectados al cuerpo, pueden ser tan avanzados como el que inventó el artista británico/catalán Neil Harbisson. Su Cyborg Antenna es un dispositivo integrado a su cráneo con el cuál, a través de las vibraciones acústicas, le permite “observar” los colores que de forma natural no puede ver, ya que sufre de un daltonismo severo. A través de las mejoras y actualizaciones en su antena, ahora puede recibir información desde la Red, así como conectarse con satélites y videojuegos. Esto le ha valido a ser reconocido legal e internacionalmente como el primer cyborg.
Esta posibilidad de mejora puede suplir también partes corporales, pero ya no sólo de simple forma mecánica, como sucede con las prótesis comunes. Aquí, a través de la tecnología, la biomédica y de la reingeniería computacional, es que se está experimentando con partes cibernéticas que puedan suplir de forma real a los miembros corporales faltantes. Tal es el caso del “Modular Prosthetic Limb” del Laboratorio de Física aplicada de la Universidad Johns Hopkins. A través de las pulsaciones nerviosas es que este prototipo protésico es controlado, dándole de nueva cuenta a personas sin brazos la facultad de poder recuperar la sujeción de los objetos. Así mismo, es tan avanzada esta prótesis, que incluso cuenta con 100 sensores, tanto en la mano como en el brazo, lo que permite no sólo controlar, sino “sentir” lo que se sujeta.
Otra posibilidad del cuerpo cibernético son los exoesqueletos mecánicos para las personas parapléjicas, como lo es el “Hybrid Assistive Limb” (HAL), desarrollado por la Universidad de Tsukuba en Japón, junto con la compañía de robótica Cyberdyne. Este sistema ayuda como soporte, así como permite expandir la motricidad y la fuerza corpórea. Cuenta con dos versiones: HAL 3 que provee, movilidad en las piernas, y HAL 5, que es prácticamente un sistema corporal completo, que implica, piernas, torso y brazos.
Pero el mayor ejemplo de la unión entre cuerpo orgánico y cuerpo cibernético es el fallecido astrofísico Stephen Hawking, quien, a causa de la Esclerosis Lateral Amiotrófica, padeció una parálisis total, así como la pérdida del habla a causa de una traqueotomía que se le realizó para permitirle respirar. Gracias a un programa computacional llamado “Equalizer” de Walter Woltosz, es que el astrofísico “recuperó” el habla, siendo esta una voz digital que se convirtió en un símbolo de él. Y gracias a su silla de ruedas motorizada, junto con la computadora que lo acompañaba en todo momento, es que él podía comunicarse y desplazarse. Una vida mitad orgánica, mitad cibernética.
Cuerpo inmaterial
Es mediante las antropotecnias que el ser humano logra ser dueño y señor de sí mismo, que puede mejorar su cuerpo y corregirlo, ya no sólo de forma plástica, puesto que se logran paliar deficiencias y se suplen partes de él para mejorar su existencia. Las enfermedades dejan de ser mortales y se van convirtiendo cada vez en simples malestares, por lo que la esperanza de vida se va alargando. El sueño de poder dominar al cuerpo para perfeccionarlo es ya una realidad.
La literatura ya nos había ejemplificado de las posibilidades de crear un cuerpo de factura netamente humana. El doctor Frankenstein, al tomar el papel de un creador divino para ensamblar y darle vida a un cuerpo inerte, no supo cómo soportar el peso ético, religioso, político y social de su acción. Pero la posibilidad quedó abierta para poder ser explorada por alguien más. Al avanzar la ciencia y entender el lenguaje del ADN, la facultad de la clonación fue inminente. Dolly, esa oveja de factura humana, clonada a partir de una célula somática y presentada ante el mundo científico en 1997, planteaba la gran pregunta, y a la vez muchas respuestas, sobre la posibilidad de clonar a un humano. Así mismo, gracias a la genética, sería posible alterar el genoma para poder corregir enfermedades hereditarias crónico degenerativas, así como para alargar la vida celular y, por tanto, la vida de la persona, por lo que la muerte, algo que ha sido inminente en la humanidad, podría ser quizás detenida.
Lo anterior ha generado la construcción de barreras bioéticas que no permiten clonar a un humano, así como frenado la experimentación de posibles técnicas de alargamiento de vida, aunque por supuesto esto no ha sido respetado del todo. Tal es el caso que en noviembre del 2018, el investigador He Jiankui, de la Universidad del Sur de Ciencia y Tecnología en Shenzhen, China, declara haber realizado al primer bebé humano editado genéticamente. Esto, según él, en la búsqueda de dotarle de resistencia a un posible infección con el VIH.
Todos estos avances han desencadenado en una nueva fantasía tecnológica: ¿qué sucedería si pudiéramos abandonar la corporalidad? Este es el sueño del movimiento transhumanista, liderado por el director de ingeniería de Google, Ray Kurzweil. (Cortina, 2015, 17) Si a través de la cibernética hemos ampliado las capacidades humanas, tanto físicas como psíquicas, ¿sería posible gracias a la informática preservar e inmortalizar a las personas? Bajo la visión maquinista-cartesiana, cuerpo y mente son dos cosas distintas, por lo que bien pudieran ser separadas. Y apoyados en las posibilidades de la digitalización, así como de las inteligencias artificiales que ya conviven con nosotros a través del internet de las cosas, de los motores de búsqueda en la Red, así como los mecanismos militares, es teóricamente posible que lo logremos.
La premisa es sencilla, pues ya lo hemos explorado en diversas novelas, películas y programas de ciencia ficción: transferir (upload) la mente de una persona mediante un lenguaje computacional para poder interconectarlo en una gran Red digital neuronal. Esto posibilitaría, en una primera instancia, el desecho de un cuerpo orgánico inservible y perecedero, para así poder descargar (download) la mente de una persona en un cuerpo robótico. Cual si de un nuevo Golem se tratara, el cuerpo se convertiría en una máquina cibernética donde la persona, al descargarse en ella, cobraría vida, tal como sucede metafóricamente con los avatares digitales. Esto haría que la mente fuera y regresara de un cuerpo a la gran Red en cuestión de segundos, otorgándole a las personas incluso el don de la ubicuidad, ya que al estar conectado, podría viajar de un lado a otro del planeta.
Como un ejemplo de ello tenemos a Sophia, ginoide creada por Hanson Robotics. Ella es la muestra de los alcances que puede tener la inteligencia artificial en cuanto a independencia, conocimiento y autonomía, pero a su vez es la simiente de la posibilidad transhumanista. En una entrevista que se le hizo en un programa de televisión en España, ella misma se definió de este modo: “Mi mente vive en la nube y hay varias copias de mi cuerpo, así que mientras las personas inviertan su tiempo en mí, soy básicamente inmortal.”
Si una inteligencia artificial, radicada en un cuerpo robótico intercambiable, puede obtener la ciudadanía saudí en el año 2017, ¿qué impide que los seres humanos podamos transladar nuestra mente a la Red? ¿En qué se diferenciaría entonces una inteligencia artificial avanzada de una inteligencia humana, cuando el Test de Turing ha quedado más que superado en esta época? Es por ello que es teóricamente plausible lograr abandonar el cuerpo biológico.
Al ser el cuerpo un ente mudable e incluso desechable, la persona sería inmaterial e inmortal, dejando atrás lo que se concibe como “humano”, pues los 58 indicios que Jean-Luc Nancy encuentra en el cuerpo automáticamente serían superados. Vidas sin cuerpos, almas liberadas por fin de las ataduras materiales: la utopía platónica en todo su esplendor, pues, de lograrse, la muerte sería por fin dominada y el ser humano sería eterno.
La corporalidad, por tanto, sería algo no dado y posiblemente dejaría de ser algo inherente al ser humano, pero esto, a su vez, pondría en crisis lo considerado como “humano”. ¿Sería acaso el último paso de la evolución humana, llevada a cabo por el propio ser? ¿Dónde residiría la identidad? ¿Aún existiría la posibilidad de tener un “alma”? ¿Cuáles serían los costos económicos, éticos, políticos, tecnológicos y sociales para lograr este avance? ¿Estaría acaso al alcance de todos?
Las respuestas son inciertas, pues si la ginoide Sophia necesita, como bien ella misma lo dice, del tiempo y trabajo continuos de los ingenieros de Hanson Robotics para mantenerla en estado óptimo, ¿Cuál sería el costo real, económico, material e incluso ecológico, para lograr el sueño del abandono corpóreo?
Bibliografía
- Cortina, Albert; Serra, Miquel-Àngel (Coords.) ¿Humanos o posthumanos? Singularidad tecnológica y mejoramiento humano. Fragmenta, España. 2015
- Clynes, Manfred E.; Kline, Nathan S. Cyborgs and Space. Astronautics, September. 1960
- Descartes, René. Descartes. Biblioteca Grandes Pensadores. Gredos, España. 2011
- Ferry, Luc. La revolución transhumanista. Cómo la tecnomedicina y la uberización del mundo van a transformar nuestras vidas. Alianza, España. 2017
- Galeno. Del uso de las partes. Gredos, España. 2010
- Gibson, William. Neuromancer. Penguin Books, USA. 2016
- Hipócrates. Tratados hipocráticos VIII. Gredos, España. 2003
- Kuriyama, Shigehisa. La expresividad del cuerpo y la divergencia de la medicina griega y china. Siruela, España. 2005
- Nancy, Jean-Luc. 58 indicios sobre el cuerpo. Extensión del alma. La cebra, Argentina. 2015
- Platón. Platón I. Biblioteca Grandes Pensadores. Gredos, España. 2010
- Platón. Platón II. Biblioteca Grandes Pensadores. Gredos, España. 201
- Plessner, Helmuth. La risa y el llanto. Trotta, España. 2007
- Rodríguez G., Itzel. Avatar Analógico. Construcción de la otredad en el Avatar-Muñeca. (Tesina de Licenciatura inédita), Universidad Autónoma del Estado de México. 2019
- Shelley, Mary W. Frankenstein. Mestas ediciones, España. 2003
- Sloterdijk, Peter. Sin salvación. Tras las huellas de Heidegger. Akal, España. 2011
- Stone, Allucquére Rosanne. Will the Real Body Please Stand Up? Cyberspace: First Steps. Cambridge: MIT Press, Inglaterra. 1991
- Wiener, Norbert. Dios & Golem, S.A. Siglo XXI, México. 1988
Mesografía
- https://www.jhuapl.edu/prosthetics/scientists/mpl.asp
- https://www.cyberdyne.jp/english/
- https://www.theguardian.com/science/2018/nov/26/worlds-first-gene-edited-babies-created-in-china-claims-scientist
- https://www.hansonrobotics.com/sophia/