Aumentación y el cuerpo informacional del sujeto post-internet
Por: Victor Gabriel García
Demo de Me and My Facebook Data, obra de la artista alemana Hang Do Thi Duc que permite visualizar geolocalizaciones y mensajes con base a datos recabados de perfiles de Facebook.
La tarea de adaptar el cuerpo del hombre a cualquier entorno que pueda elegir se facilitará gracias a un mayor conocimiento del funcionamiento homeostático, cuyos aspectos cibernéticos apenas comienzan a ser entendidos e investigados. En el pasado, la evolución provocó la alteración de las funciones corporales para adaptarse a diferentes entornos. A partir de ahora, será posible lograr esto hasta cierto punto, sin alteración de la herencia mediante modificaciones bioquímicas, fisiológicas y electrónicas adecuadas del modus vivendi existente en el hombre.
–Manfred E. Clynes y Nathan S. Kline, (1960)
El epígrafe con el que abro este texto forma parte del primer escrito en el que se acuñó el término de cyborg –mismo que después popularizaría Donna Haraway en su seminal ensayo El Manifiesto Cyborg– para referirse a la adopción deliberada de “componentes exógenos” que permite extender las funciones auto-regulatorias del organismo humano para adaptarse a diferentes entornos. Así como vaticinaban estos autores, en la actual época hipertecnologizada, el cuerpo humano ha ido aumentando exponencialmente sus límites espacio-temporales para extenderse más allá de su propia piel hacia fronteras virtuales antes inexploradas, al menos como interfaces gráficas. Si bien, las extensiones prostéticas del cuerpo humano no son algo nuevo –pensemos en la invención primitiva de las herramientas para la caza o en la misma cultura como extensión de la consciencia–, la aumentación digital del sujeto post-internet* se ha convertido en el presente en una parte esencial de su misma naturaleza.
Primero, es importante discernir entre los conceptos de “aumentación” y “extensión” para discernir sus implicaciones. Con extensión me refiero exclusivamente a los usos de objetos técnicos y no técnicos para ampliar nuestros alcances frente a la realidad. La extensión sucede como resultado de un proceso de adopción y adaptación de utensilios externos que amplifican los alcances físicos y simbólicos de la actividad humana. La aumentación, en cambio, se refiere a un salto cualitativo en el carácter del ser humano, una <<dilatación>> de la realidad humana, de su propia hexis como estado predispuesto, no sólo en su carácter físico y biológico, sino también virtual en cuanto digital. Si la extensión apela a un carácter externo, la aumentación se refiere a un estado interno cualitativamente exaltado.
La aumentación humana en el contexto de la época hipertecnologizada se despliega en dos dimensiones. Por un lado, la extensión de nuestro hardware, a partir de objetos técnicos que nos sirven como herramientas para abrevar y optimizar procesos, por ejemplo, nuestra memoria con los discos de almacenamiento de datos, nuestra capacidad de inteligencia y procesamiento con el RAM, nuestros propios sentidos con la cámara, las experiencias de realidad virtual y realidad mixta, o cualquier acoplamiento artificial en nuestro organismo. Y todo eso en un solo dispositivo que cabe en la palma de nuestras manos, una interfaz-membrana que divide –de manera cada vez más sutil– nuestra vida online y offline. Esta es la postura que defiende la corriente de pensamiento transhumanista, la cual sostiene una visión del ser humano que se asemejaría mucho físicamente a sus componentes biológicos actuales, simplemente mejorados gracias a la tecnología, tal como se indicaba con la noción clásica del cyborg.
Pero la aumentación no termina ahí. También hay una contraparte que se apunta a las extensiones de nuestro software, por ejemplo, en la propia proyección de nuestro Yo, ya sea auténtico o ficticio, mediante las múltiples relaciones que establecemos en las plataformas sociales que utilizamos diariamente; la convivencia de nuestras relaciones con los espectros algorítmicos de la inteligencia artificial, o, en última instancia, en ese cúmulo de datos que se desprenden de nuestro cuerpo como una <<estela informacional>> y que van a dar a la diáspora de servidores que soportan nuestro paso por la red: cookies, cache, archivos temporales, historiales, así como cualquier otra partícula datificable que sea subida a la nube.
Para Éric Sadin, esta dinámica responde a un creciente ímpetu por realizar “copias cifradas” de nuestra persona.
La base fundamental que permite el “entendimiento” creciente adquirido por los procesadores está constituida por marejadas de datos que proliferan por todas partes siguiendo curas exponenciales, y que se alojan en granjas de servidores o data centers cada vez más diseminados sobre la superficie del planeta. La voluntad de hacer una “copia cifrada” de cada fragmento del mundo no deja de intensificarse, erigiendo una suerte de duplicación, virtualmente en curso de consumación, de todos los fragmentos de lo real bajo el formato de códigos binarios… **
Esta es la visión posthumanista, la cual equipara la importancia de los agentes humanos con la de los agentes inmateriales, como los algoritmos de la inteligencia artificial, dando por superado el humanismo y el antropoceno ***. Es algo que se asemejaría más a la “consciencia-nube” que opera en la historia de la Mayor Motoko Kusanagi de la obra cyberpunk de Masamune Shirow, Ghost in the Shell.
Si las extensiones corporales de nuestro hardware son una conquista sobre la extensión del espacio que nos rodea, las extensiones de nuestro software son una conquista de nuestra perduración en el tiempo. En Internet, el Yo se convierte en un <<archivo>> que se actualiza en tiempo real. Cierto, un archivo disperso y desorganizado, escondido y encriptado (o al menos eso esperamos) en granjas de servidores ubicadas en distintas partes del mundo –después de todo, en Internet se generan 2.5 quintillones de bytes cada día–, pero un archivo finalmente.
Este archivo no sólo es un <<cluster>> de datos –su orden informacional, datificable, pero desconcertado–, sino también un <<claustro>> –su orden simbólico, narrable una vez que se han compilado sus datos–. El Yo como archivo digital es producto del “descubrimiento” de las partículas informacionales que dejamos como estela durante nuestro paso en la red. Dada esta condición, es posible imaginar que en el futuro la historia se convertirá en una arqueología digital.
Todos estos unos y ceros que flotan en la nube crean un cuerpo conformado por datos desintegrados y desterritorializados: un <<cuerpo informacional>>, o, como Haraway caracteriza brevemente: “el espejo gemelo” del cuerpo biológico. El cuerpo informacional puede ser entendido como la figura discreta del usuario, su contraparte virtual, o el Yo inmaterial que habita al otro lado de la pantalla. Un Yo que se desprendió de nosotros y que ahora convive con otros entes inmateriales: los algoritmos artificialmente inteligentes que colonizan cada vez más nuestros espacios de decisión.
La conversión digital de numerosos segmentos de nuestra realidad, desplegada a un ritmo que se intensifica sin cesar, ha hecho posible la realización completa de una revolución, es decir, una amplia redefinición de ciertas condiciones fundamentales de la existencia […] Es una arquitectura universal interconectada cuyas estructuras fundamentales están hoy sólidamente ancladas y destinadas a añadirse a otras dimensiones, señalando el advenimiento de otra era marcada por el entrelazamiento complejo y en vías de consolidación de la industria electrónica, la inteligencia artificial, las biotecnologías y las nanotecnologías, una era que reúne las condiciones de una interferencia anunciada entre cuerpos orgánicos y artificiales.
La consideración del cuerpo informacional como res extensa del cuerpo biológico tiene la implicación de considerar nuestra estela informacional, y su archivo, como elementos de nuestra propia soberanía. En este contexto se enmarca el concepto del cuerpo informacional que utilizan Carl Öhman y Luciano Floridi, quienes equiparan este término con el de “cuerpo inorgánico” que fue usado por Marx cuando hablaba del trabajo vivo y el trabajo muerto del productor.
Cuando Marx afirma que el hombre se "duplica" a través de la producción, ¿qué es exactamente lo que se está duplicando? ¿Qué es esta esencia del Yo que puede existir en dos lugares? ¿Tanto en el hombre mismo como en los objetos que produce? La interpretación de identidad personal de Floridi ofrece una posible respuesta: la información. Es decir, información constitutiva de la propia identidad personal para ser más preciso. Si se acepta que la esencia de un humano consiste en su información, se deduce que lo que Marx se refiere como el cuerpo inorgánico del hombre debe verse como un cuerpo informacional.
Dentro de la postura de estos autores, los usuarios tienen el deber de recuperar la soberanía de su cuerpo informacional de la misma manera que luchan por la privacidad de sus datos. Si lo que se entrega como dato a todas esas compañías omniscientes del capitalismo tecnológico es parte de nuestro cuerpo, la lucha por la privacidad también es una lucha por la soberanía de nuestro propio Yo.
Esto también tiene una implicación que va de la mano con nuestra propia construcción identitaria en la red. Dado que en la época actual nuestro Yo se despliega hacia el reino de lo virtual, la construcción identitaria también debe considerar todos los datos de nuestra estela informacional como parte de esta construcción. Y así sucede diariamente en términos prácticos. El Yo también es lo que se sube a la nube, las facetas mediante las que nos presentamos y representamos en cada foto de Instagram, cada hipervínculo que compartimos, cada video que vemos en Youtube.
Recuperar la soberanía del cuerpo informacional significa tener la capacidad de poder recabar y recopilar los datos de nuestra estela informacional para pasar del cluster al claustro, hacer del cuerpo informacional desconcertado un elemento constitutivo en la construcción de identidades on y offline más acabadas y consistentes.
La aumentación digital del sujeto post-internet supone al cuerpo informacional como elemento de su propio Yo, como extensión que nos permite alcanzar nuevos espacios físicos y perduraciones en el tiempo, como parte de nuestra identidad y soberana individualidad intersubjetiva, como sustancia descentralizada. La aumentación del sujeto post-internet es la aumentación de los cuerpos y las consciencias virtuales.
Notas
* Con sujeto “post-internet” me refiero primordialmente al carácter del sujeto contemporáneo que vive permanentemente mediado por las tecnologías digitales tras la aparición del Internet y, específicamente, de la World Wide Web. Reconozco el origen del concepto como un movimiento artístico derivado del Net Art, sin embargo, aquí se usa en su sentido más lato, es decir, como “posterior a la aparición del Internet”, aunque es claro que hay una relación intrínseca entre la noción histórica y la noción estética del concepto. En este sentido, también es posible hablar en los mismos términos del sujeto “post-digital” o simplemente el sujeto hipermediatizado.
** Éric Sadin, La humanidad aumentada. La administración digital del mundo, Caja Negra: Buenos Aires: 2017, p. 77. Se respeta el formato del original.
*** Lo cierto es que ninguna de estas dos posturas que coquetean con la futurología son un reflejo riguroso y acabado de nuestro presente transitorio, sino que se ambos se hacen presentes en distintos grados y niveles en la actualidad.
Bibliografía
Clynes, Manfred E. y Kline, Nathan S., Cyborgs and Space, Astronautics, septiembre de 1960. Se puede consultar en: http://web.mit.edu/digitalapollo/Documents/Chapter1/cyborgs.pdf.
Sadin, Éric La humanidad aumentada. La administración digital del mundo, Caja Negra: Buenos Aires: 2017.
Domo, Data never sleeps 5.0. Infográfico consultado en: https://www.domo.com/learn/data-never-sleeps-5?aid=ogsm072517_1&sf100871281=1.
Haraway, Donna, Testigo_Modesto. Segundo_Milenio. HombreHembra_Conoce_Oncoratón. Feminismo y tecnociencia, UOC: Barcelona, 2004.
Öhman, C. y Floridi, L., “The Political Economy of Death in the Age of Information: A Critical Approach to the Digital Afterlife Industry”, Minds and Machines, Vol. 17, No. 4, 2017, consultado en: https://link.springer.com/article/10.1007/s11023-017-9445-2.